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miércoles, 10 de abril de 2019

EL MITO DE NARCISO: "ENAMORADO DE SÍ MISMO"











EL MITO DE NARCISO
"ENAMORADO DE SÍ MISMO" 

Narciso fue fruto de la violación del río Cefiso a la ninfa Liríope. Ovidio cuenta que esta Ninfa fue la primera en consultar al adivino Tiresias sobre el futuro del vástago que había dado a luz. Liríope preguntó al vidente que si su hijo llegaría a viejo. El célebre Tiresias respondió con una frase lapidaria “Sólo si no se conociere”, que resultó desconcertante a la ninfa y que sólo pudo comprender después de sucedida la catástrofe.

Narciso fue creciendo en tamaño y en belleza, y al llegar a los dieciséis años muchos jóvenes y muchachas lo pretendían y rogaban su amor. Pero el culmen llegaría cuando la Ninfa Eco, de la que ya hemos contado en programas anteriores su historia, se prendó de él y murió apenada por las negativas y desprecios de Narciso.

Quizás Eco, el joven Aminias o alguno de otros despechados, rogaron a los dioses clemencia y que dieran a Narciso una pena por sus constantes desprecios.

Los ruegos fueron escuchados, por Temis o Némesis, que decidió aplicar una justa venganza.

Junto a una fuente clara, no tocada por hombre ni bestias ni follaje ni calor de sol, llega Narciso a descansar; al ir a beber en sus aguas mira su propia imagen y es arrebatado por el amor, juzgando que aquella imagen es un cuerpo real; queda inmóvil ante ella, pasmado por su hermosura: sus ojos, su cabello, sus mejillas y cuello, su boca y su color.

Admira cuanto es en él admirable, y se desea y se busca y se quema, y trata inútilmente de besar y abrazar lo que mira, ignorando que es sólo un reflejo lo que excita sus ojos; sólo una imagen fugaz, que existe únicamente porque él se detiene a mirarla.

Olvidado de comer y dormir, queda allí inamovible, mirándose con ansia insaciable, y quejándose a veces de la imposibilidad de realizar su amor.

Narciso suplica al niño a quien mira que salga del agua y se le una, y, finalmente, da en la cuenta de que se trata no más que de una imagen inasible, y que él mismo mueve el amor de que es víctima.

Anhela entonces poder apartarse de sí mismo, para dejar de amar, y comprende que eso no le es dado, y pretende la muerte, aunque sabe que, al suprimirse, suprimiría también a aquel a quien ama.

Llora, y su llanto, al mezclar el agua, oscurece su superficie y borra su imagen, y él le ruega que no lo abandone, que a lo menos le permita contemplarla, y, golpeándose, enrojece su pecho.

Cuando el agua se sosegó y Narciso pudo verse en ella de nuevo, no resistió más y comenzó a derretirse y a desgastarse de amor, y perdió las fuerzas y el cuerpo que había sido amado por Eco.

Las últimas palabras de Narciso lamentaron la inutilidad de su amor, y Eco las repitió, como repitió el adiós último que aquél se dijo a sí mismo.

Murió así Narciso, y, ya en el mundo infernal, siguió mirándose en la Estigia. Lo lloran sus hermanas las náyades, lo lloran las dríadas, y Eco responde a todas.

Cuando iban a quemar su cuerpo para sepultarlo, encuentran en su lugar una flor de centro azafranado y pétalos blancos, que pasará a la posteridad con el nombre de Narciso.








EL MITO DE NARCISO

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