CARCHARODON CARCHARIAS
El tiburón blanco (Carcharodon carcharias) es una especie de pez cartilaginoso lamniforme de la familia Lamnidae que se encuentra en las aguas cálidas y templadas de casi todos los océanos. Esta especie es la única que sobrevive en la actualidad del género Carcharodon.
Taxonomía
En 1758 Carolus Linnaeus dio al tiburón blanco su primer nombre científico, Squalus carcharias. Andrew Smith le dio el nombre genérico Carcharodon en 1833, y en 1873 el nombre genérico fue identificado con el nombre específico de Linnaeus y el nombre científico actual, Carcharodon carcharias. Carcharodon viene de las palabras griegas καρχαρίας "karcharías", que significa "agudo" o "dentado", y οδους, "odous", que significa "diente".
Ascendencia y registro fósil
El Gran tiburón blanco empezo a existir durante el Mioceno. Los fósiles más antiguos conocidos del tiburón blanco datan de cerca de 16 millones de años. Sin embargo la filogenia del Gran tiburón blanco sigue siendo objeto de debates. La hipótesis original de los orígenes del Tiburón blanco es que comparte un ancestro común con un tiburón prehistórico, como el Megalodon. Las similitudes entre los restos físicos y el tamaño extremo de ambos el Tiburón blanco y C. megalodon llevó a muchos científicos a creer que estos tiburones estaban estrechamente relacionados, y el nombre del Carcharodon megalodon se aplicó a este último. Sin embargo, una nueva hipótesis propone que el C. megalodon y el tiburón blanco son parientes lejanos (aunque compartiendo también a la familia Lamnidae.
El Gran tiburón blanco también esta más estrechamente relacionado con una antigua especie de tiburón, el Tiburón mako, que a el C. megalodon, una teoría que parece estar apoyada por el descubrimiento de un conjunto completo de mandíbulas con 222 dientes y las 45 vértebras de el Carcharodon hubbelli en 1988 y publicado el 14 de noviembre de 2012. Además, los nuevos cesionarios de hipótesis C. megalodon al género Carcharocles, que también incluye a los otros tiburones como el Megalodon; el Otodus obliquuses el antiguo representante de el genero extinto Carcharocles.
Nombres comunes
Esta especie recibe multitud de nombres a lo largo de su área de distribución. En español, las denominaciones más comunes son tiburón blanco y gran tiburón blanco (esta última influida por el nombre en inglés, great white shark). El nombre de «blanco» se debe a que en algunos ejemplares viejos, con el paso de los años, han ido aclarando el tono negruzco de su dorso hasta un gris claro, y junto al blanquecino del vientre, les dan el aspecto de ser blancos. Y como escualos que son, siguen creciendo a lo largo de su vida y cuanto más viejos más grandes, de ahí lo de «gran blanco».
En España, la denominación tradicional de origen medieval (recuerde que la propia palabra tiburón procede de las lenguas caribe, y por tanto no se incorpora al español hasta el siglo XVI) lo identifica como jaquetón (aumentativo de jaque, amenaza), nombre que junto con distintos adjetivos se aplica también a muchas otras especies de la familia Carcharhinidae. Existe también el nombre jaquetón blanco, derivado de la fusión entre el nombre anterior y el de tiburón blanco, más popular en la actualidad. El nombre de marrajo, como se le menciona a veces, puede llevar a confusiones con otras especies de tiburones.
En Uruguay se da también el nombre de africano a esta especie, mientras que en otros países optan por denominaciones más truculentas como «devorador de hombres».
Evolución
Se estima que el tiburón blanco apareció en el planeta durante el Mioceno, siendo el fósil más antiguo encontrado de hace unos 16 millones de años aproximadamente. Según los biólogos deriva de Carcharodon megalodon, un gigantesco tiburón prehistórico. Sin embargo, otros expertos consideran que, a pesar de la indudable pertenencia de ambos al orden de los Lamniformes, el tiburón blanco en realidad tenga mayor parentesco con el mako, del género Isurus.
Según los paleontólogos Shelton Applegate, Maisey John, Robert Purdy y el biólogo Leonard Compagno, el megalodón y el gran tiburón blanco provienen de Cretolamna carcharodon, y por lo tanto deben ser considerados como miembros del mismo género, Carcharodon, y de la misma familia, Lamnidae.
Cappetta Henri, John Long, Mikael Siverson, y David Ward, por su parte, encuentran que el tiburón blanco viene de una línea separada de la de Megalodon, que a su vez deriva de Cretolamna y Otodus, dos tiburones prehistóricos extintos. También hay teóricos que establecen su descendencia de Carcharodon orientalis, que se cree que pertenecía a un eslabón perdido de la evolución. La similitud entre los dientes del megalodón y el tiburón blanco demuestran la convergencia evolutiva entre ambos, pero no una relación genética directa. Sin embargo, los científicos aún hoy debaten la procedencia exacta del tibúrón blanco.
Descripción
Características generales
Los tiburones blancos se caracterizan por su cuerpo fusiforme y gran robustez, en contraste con las formas aplastadas que suelen lucir otros tiburones. El morro es cónico, corto y grueso. La boca, muy grande y redondeada, tiene forma de arco. Permanece siempre entreabierta, dejando ver al menos una hilera de dientes de la quijada superior y una o dos de la inferior, mientras el agua penetra en ella y sale continuamente por las branquias. Si este flujo se detuviese, el tiburón se ahogaría por carecer de opérculos para regular el paso correcto del agua, y se hundiría en la misma, ya que al no poseer tampoco vejiga natatoria se ve condenado a estar en continuo movimiento para evitarlo.
Durante el ataque, las fauces se abren hasta tal punto que la forma de la cabeza se deforma pues la mandíbula se desprende de su cabeza, y se cierran luego con una fuerza 300 veces superior a la de una mandíbula humana (12-24 toneladas).
Los dientes son grandes, aserrados, de forma triangular y muy anchos. Al contrario que otros tiburones, no poseen diastema ni reducción de diente alguno, sino que tienen toda la quijada provista de dientes alineados e igualmente capaces de aferrar, cortar y desgarrar. Detrás de las dos hileras de dientes principales, los tiburones blancos tienen dos o tres más en continuo crecimiento que suplen la frecuente caída de dientes con otros nuevos y se van reemplazando por nuevas hileras a lo largo de los años. La base del diente carece de raíz y se encuentra bifurcada, dándole una apariencia inconfundible en forma de punta de flecha.
Los orificios nasales (narinas) son muy estrechos, mientras que los ojos son pequeños, circulares y completamente negros. En los costados se sitúan cinco hendiduras branquiales, dos aletas pectorales bien desarrolladas y de forma triangular y otras dos, cerca de la aleta caudal, mucho más pequeñas. La caudal está muy desarrollada, al igual que la gran aleta dorsal de su lomo, de forma inconfundible para cualquiera. Otras dos aletas pequeñas (segunda dorsal y anal) cerca de la cola, completan el aspecto de este animal.
A pesar de su nombre, el jaquetón sólo es blanco en su parte ventral, mientras que la dorsal es gris o azulada. Este patrón, común en muchos animales acuáticos, sirve para confundirse con la luz solar (en caso de mirarse desde abajo) o con las oscuras aguas marinas (en caso de hacerlo desde arriba), constituyendo un camuflaje tan simple como efectivo. El extremo de la parte ventral de las aletas escapulares y la zona de las axilas aparecen teñidos de negro. La piel, muy áspera, se compone de duras escamas llamadas dentículos dérmicos por su forma afilada.
No obstante, la denominación de "tiburón blanco" podría tener su lógica en el caso de avistarse ejemplares albinos de esta especie que, aunque son muy raros existen. En 1996 se pescó en las costas de El Cabo Oriental (Sudáfrica) una hembra joven de apenas 145 cm que exhibía esta rara característica.
Alimentación
Los tiburones blancos difieren bastante de ser simples «máquinas de matar», como sostiene la imagen popular (leyenda urbana) que se tiene de ellos. Para poder capturar los grandes mamíferos marinos que constituye la base de la dieta de los adultos, los tiburones blancos practican una característica emboscada: se sitúan a varios metros bajo la presa, que nada en la superficie o cerca de ella, usando el color oscuro de su dorso como camuflaje con el fondo y volviéndose así invisibles a sus víctimas.
Cuando llega el momento de atacar, avanzan rápidamente hacia arriba con potentes movimientos de la cola y abren las mandíbulas. El impacto suele llegar en el vientre, donde el tiburón aferra fuertemente a la víctima: si ésta es pequeña, como un león marino, la mata en el acto y posteriormente la engulle entera. Si es más grande, arranca un gran trozo de la misma que ingiere entero, ya que sus dientes no le permiten masticar. La presa puede quedar entonces muerta o moribunda, y el tiburón volverá a alimentarse de ella arrancando un pedazo detrás de otro. Excitados por la presencia de sangre, la zona se llenará pronto de otros tiburones. En algunas zonas del Pacífico, los tiburones blancos arremeten con tanta fuerza a las focas y leones marinos que se elevan un par de metros sobre el nivel del agua con su presa entre las mandíbulas, antes de volver a zambullirse.
Sin embargo, en el Mar Mediterráneo y en la costa atlántica de África y Europa, el tiburón blanco, al igual que la orca y el marrajo, no suelen atacar ni alimentarse de mamíferos como focas o delfines, los ataques de tiburón blanco al hombre en el mediterráneo son extraños, alejados de la costa y a profundidad, tal vez sea por los hábitos de alimentación basados principalmente en el atún rojo, mucho más nutritivo tanto para el tiburón blanco como para la orca o el marrajo.
La mayoría de los ataques ocurren durante el amanecer o bien en el atardecer.Pues es en este momento cuando las profundidades no se pueden vislumbrar de manera adecuada. Sólo se aprecia la superficie, pues lo rayos del sol en ese momento aún son débiles para penetrar en las profundidades. Por lo que le proporciona una ventaja al tiburón para atacar a su presa sin ser percibido.
Esta especie también consume carroña, especialmente la que procede de cadáveres de ballena a la deriva de los que arrancan grandes pedazos. Cerca de las costas, los tiburones blancos consumen grandes cantidades de objetos flotantes por error: en sus estómagos se ha llegado a encontrar incluso matrículas de automóvil.
Tanto la caza como el resto de la vida del gran tiburón blanco suelen ser solitarios. Ocasionalmente se ven parejas o pequeños grupos desplazándose a la búsqueda de alimento, labor que les lleva a recorrer cientos de kilómetros. Aunque preferentemente nómadas, algunos ejemplares prefieren alimentarse en ciertas zonas costeras, como ocurre en algunas regiones de California, Sudáfrica y especialmente Australia.
Enemigos naturales
La orca puede constituir una amenaza para los tiburones blancos. El 4 de octubre de 1997 en las aguas que bañan las islas Farallon (triángulo rojo) ocurrió un ataque de una orca hembra de 6,50 metros conocida por los científicos como Ca2 contra un tiburón blanco, durante el cual el tiburón murió. No se sabe realmente el verdadero tamaño de aquel ejemplar debido a que quedó completamente destrozado, pero algunos expertos suponen que se trataba de un tiburón joven.
Peligro de extinción
Debido al amplio rango de distribución de esta especie, es imposible saber el número de tiburones blancos que existen, aunque sea de forma aproximada. No obstante, su baja densidad poblacional, unida a su escasa tasa de reproducción, su larga infancia y su baja esperanza de vida hacen que el tiburón blanco no sea un animal precisamente abundante. La pesca deportiva de este tiburón, sin interés económico alguno, se ha incrementado en los últimos 30 años debido en gran parte a la popularidad de películas como Tiburón (Steven Spielberg, 1975) hasta el punto de que se la considera amenazada o en peligro de extinción en varios lugares.
La Lista Roja de la UICN incluyó al tiburón blanco por primera vez en 1990 como especie insuficientemente conocida, y desde 1996 lo califica como vulnerable. El Apéndice II del Convenio CITES lo incluye como especie vulnerable si no se explota racionalmente.
Ataques contra seres humanos
Aunque cueste creerlo por la leyenda urbana tan intensa en contra, los ataques de tiburones contra seres humanos son bastante raros. Dentro de éstos, los del tiburón blanco se pueden considerar anecdóticos si se comparan con los del tiburón tigre (Galeocerdo cuvier) o el tiburón toro (Carcharhinus leucas), el último de los cuales puede incluso remontar grandes ríos (Misisipi, Amazonas, Zambeze, etc.) y atacar a las personas a varios kilómetros del mar. No obstante, las muertes causadas por estas tres especies en su conjunto son inferiores a las provocadas por serpientes marinas y cocodrilos cada año, e incluso menores que los fallecimientos ocasionados por animales tan aparentemente inofensivos como abejas, avispas e hipopótamos. Se considera que es más probable morir de un ataque al corazón en alta mar que por el ataque de un tiburón.
En palabras del biólogo Douglas Long, en EE.UU. (cuya Costa Oeste es el hogar de una importante concentración de jaquetones) "muere más gente cada año por ataques de perros que la que ha sido muerta por tiburones blancos en los últimos 100 años". Para zonas donde la presencia del gran blanco no es tan abundante, los ataques alcanzan números realmente irrisorios: por ejemplo, en todo el Mediterráneo sólo se han confirmado 31 ataques de tiburones contra seres humanos en los últimos 200 años, en su mayoría sin resultado de muerte. Para España, la cifra es de 4 ataques desde mediados del siglo XIX (aunque la ISAF sólo reconoce dos como suficientemente probados) sin que ninguno de ellos acabase con la vida de la víctima. En estos dos últimos casos, las cifras ni siquiera se refieren a los ataques del tiburón blanco en particular, sino al conjunto de todas las especies de tiburones.
De acuerdo con algunos investigadores estadounidenses, la cifra de ataques de tiburones blancos a nivel global entre 1926 y 1991 sería de 115, siendo California, Australia y Sudáfrica quienes registraron más. Resulta bastante ilustrativo el que en las aguas sudafricanas, infestadas de tiburones, la cifra de ataques de tiburones blancos desde 1940 sea de sólo 29 frente a las 89 agresiones protagonizadas por tiburones toro. En California se contabiliza alrededor de una víctima mortal por ataque de tiburón blanco cada cinco años.
Esta escasez de ataques, sobre todo mortales, se debe a que la mayoría de los tiburones en general y los blancos en particular no consideran a los humanos como auténticas presas potenciales. De hecho, es posible que el sabor de la carne humana les sea incluso algo desagradable, y desde luego que les resulta mucho menos nutritiva y bastante más difícil de digerir que la de ballena o foca, provistas de gran cantidad de grasa. La gran mayoría de ataques del tiburón blanco consisten en un único mordisco, tras el cual el animal se retira llevándose pocas veces algún trozo de la infortunada víctima (principalmente pies y piernas).
AMPLIAR INFO:
http://es.wikipedia.org/wiki/
TIBURONES: "EL GRAN BLANCO"