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domingo, 6 de junio de 2021

LA RECONQUISTA ESPAÑOLA


















DON PELAYO

LA RECONQUISTA ESPAÑOLA 

Se denomina Reconquista o Conquista cristiana al proceso histórico en que los reinos cristianos de la península ibérica buscaron el control peninsular en poder del dominio musulmán. Este proceso tuvo lugar entre los años 722 (fecha probable de la rebelión de Pelayo) y 1492 (final del Reino nazarí de Granada). 

En el año 711 se produjo en la península ibérica la primera invasión de los musulmanes procedentes de África del Norte. Entraron por Gibraltar (que precisamente debe su nombre actual a Tarik, general que desembarcó allí) y que el propio Roderic o Roderico (Don Rodrigo), uno de los últimos de los reyes visigodos, fue a combatir, perdiendo la vida en la Batalla de Guadalete. Tarik fue llamado a Damasco, entonces capital del califato, para informar y nunca más volvió. Su lugar lo ocupó el gobernador Abd al-Aziz, comenzando el emirato independiente. A partir de este momento empezaron una política de tratados con los nobles visigodos que les permitió controlar el resto de la península. 

En 716 Abd al-Aziz fue asesinado en Sevilla y se inició una crisis tal que en los siguientes cuarenta años se sucedieron veinte gobernadores. En este año, 716, los árabes comenzaron a dirigir sus fuerzas hacia los Pirineos para tratar de entrar en el Reino Carolingio. 

La veloz y contundente invasión norteafricana, además de por los factores que propiciaron la expansión mundial del Islam, se explica por las debilidades que afectaban al reino visigodo: 

-El frágil e incompleto dominio que ejercía sobre el territorio peninsular –en 711 el rey Rodrigo se hallaba dirigiendo una campaña militar en el norte-. 

-La división de sus élites, con enfrentamientos vinculados a la elección de los sucesores al trono de una Monarquía (electiva) no hereditaria. 

-Una aristocracia terrateniente –de tardía conversión al catolicismo- superpuesta a una población, libre o servil, con condiciones vitales muy duras, entre la que latía un fuerte descontento. Muchos de ellos recibieron la conquista como una mejora de su situación. 

-La decadencia de la actividad mercantil derivó en una minusvaloración de la población judía, que en gran medida la protagonizaba. También ellos pudieron ver una ventaja en la situación de las minorías hebreas amparada por la jurisdicción islámica. 

FIN DE LA RECONQUISTA















Los Reyes Católicos acabaron la reconquista de España el 2 de enero de 1492, tomando Granada, donde se realiza una festividad el 2 de enero de todos los años. Ese mismo año, el 1492, expulsaron al rey Boabdil, de la dinastía Nazarí, con la toma de Granada. La tolerancia religiosa que había hasta entonces dejó de serlo con la expulsión de los judíos en 1492. Acabó del todo un siglo después, con la expulsión de los moriscos, homogeneizando así toda la península.

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LA RECONQUISTA ESPAÑOLA

viernes, 4 de junio de 2021

ANÍBAL: EL "ETERNO" ENEMIGO DE ROMA















ANÍBAL: 
EL "ETERNO" ENEMIGO DE ROMA

Aníbal Barca (en fenicio 𐤇𐤍𐤁𐤏‏𐤋 Hanni-baʾal, que significa «quien goza del favor de Baal» y Barqa, «rayo»), conocido generalmente como Aníbal, nacido en el 247 a. C. en Cartago (al norte de Túnez) y fallecido en el 183 a. C. en Bitinia (cerca de Bursa, en Turquía), fue un general y estadista cartaginés, considerado como uno de los más grandes estrategas militares de la historia.

Su vida transcurrió en el conflictivo período en el que Roma estableció su supremacía en la cuenca mediterránea, en detrimento de otras potencias como la propia República cartaginesa, Macedonia, Siracusa y el Imperio seléucida.

Fue uno de los generales más activos de la Segunda Guerra Púnica, en la que llevó a cabo una de las hazañas militares más audaces de la Antigüedad: Aníbal y su ejército, en el que se incluían elefantes de guerra, partieron de Hispania y atravesaron los Pirineos y los Alpes con el objetivo de conquistar el norte de Italia. Allí derrotó a los romanos en grandes batallas campales como la del lago Trasimeno o la de Cannas, que aún se estudia en academias militares en la actualidad.

A pesar de su brillante movimiento, Aníbal no llegó a capturar Roma. Existen diversas opiniones entre los historiadores, que van desde carencias materiales de Aníbal en máquinas de asedio a consideraciones políticas que defienden que la intención de Aníbal no era tomar Roma, sino obligarla a rendirse.

No obstante, Aníbal logró mantener un ejército en Italia durante más de una década, recibiendo escasos refuerzos. Tras la invasión de África por parte de Publio Cornelio Escipión el Africano, el Senado púnico le llamó de vuelta a Cartago, donde fue finalmente derrotado por Escipión en la batalla de Zama.

El historiador militar Theodore Ayrault Dodge le llamó «padre de la estrategia». Fue admirado incluso por sus enemigos —Cornelio Nepote le bautizó como «el más grande de los generales» —, de hecho, su mayor enemigo, Roma, adaptó ciertos elementos de sus tácticas militares a su propio acervo estratégico.

Su legado militar le confirió una sólida reputación en el mundo moderno y ha sido considerado como un gran estratega por grandes militares como Napoleón I o Arthur Wellesley, el duque de Wellington.

Su vida ha sido objeto de muchas películas y documentales. Bernard Werber le rinde homenaje a través del personaje del «Libertador», y de un artículo en L’Encyclopédie du savoir relatif et absolu mencionada en su obra Le Souffle des dieux.

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http://es.wikipedia.org/wiki/An%C3%ADbal


ANÍBAL
"EL TERROR DE ROMA"

domingo, 23 de mayo de 2021

LA GUERRA MÁS ESTÚPIDA: "BATALLA DE KARÁNSEBES"


















BATALLA DE KARÁNSEBES

La Batalla de Karánsebes fue un curioso y trágico incidente que tuvo lugar durante la guerra austro-turca (1787-1792), en la tarde del 17 de septiembre de 1788, entre diferentes partes de un ejército austríaco que creía estar luchando contra tropas del Imperio Otomano.

El 17 de septiembre de 1788, hacía un año que había estallado la enésima guerra entre los imperios austríaco y otomano, y un ejército austríaco de 100.000 hombres se dirigía hacia la ciudad fronteriza de Karansebes (actual Rumanía) para acampar en vísperas de una invasión. La mayoría de las tropas austríacas las conformaban pueblos sometidos (italianos, serbios, croatas, húngaros, rumanos) y muy pocos de los soldados hablaban alemán, la lengua del emperador.

Los primeros en llegar fueron una vanguardia de húsares con la misión de explorar y limpiar el territorio de posibles enemigos, pero no encontraron un solo soldado turco. En su lugar apareció un grupo de gitanos que vendían aguardiente, así que los soldados les compraron unos cuantos barriles y empezaron a beber mientras llegaban los refuerzos.

Un tiempo después llegó un contingente de infantería, que solicitó su correspondiente trago de aguardiente. Sin embargo, los húsares (ya borrachos) se negaron a darles nada y construyeron barricadas en torno a los barriles de licor. Comenzó entonces una agria disputa entre los dos contingentes que culminó con un disparo al aire.

Entonces todo se desató. Los rumanos creyeron que el disparo lo había hecho un francotirador turco y comenzaron a gritar. "¡Turcii! ¡Turcii!", "¡Los turcos!". Los húsares salieron corriendo. Los infantes se desbandaron. En un intento por imponer orden, los oficiales austríacos entraron en escena y comenzaron a gritar "¡Halt!", "Alto". Sin embargo los soldados creyeron oír "¡Alá!", el grito de guerra de los otomanos, y el caos se multiplicó.

Coincidió entonces que llegaban otros grupos de tropas. Desde la distancia, un oficial de caballería vio a los húsares dando vueltas alrededor del campamento revuelto. No le cupo la menor duda, debía ser un ataque de la caballería turca. Así que ordenó una carga, sable en mano, contra lo que creía el enemigo.

Al mismo tiempo, la carga de caballería fue vista desde otro punto por un cuerpo de artillería. Creyendo sin duda que eran los turcos, los artilleros abrieron fuego contra los jinetes.

Ya enloquecidos, los soldados se dispersaron en pequeñas bandas que disparaban a todo lo que se movía, creyendo que los turcos estaban por todas partes. Así se sucedieron las horas de batalla hasta que en un momento dado todos decidieron que había llegado el momento de emprender la huida. Durante ésta el caballo del emperador se espantó y José II acabó en una poza.

Los turcos llegaron a Karansebes dos días después. Sobre el suelo yacían 9000 muertos.

LA BATALLA DE KARANSEBES

viernes, 21 de mayo de 2021

LA TORRE DE BABEL


















LA TORRE DE BABEL

La Torre de Babel (que significa en hebreo: מגדל בבל‎ Migdal Babel; y en griego antiguo Πύργος τῆς Βαβέλ, Pirgos tēs Babel) era una significativa edificación rescatada por el imaginario judeocristiano, que fue construida por los hombres en tiempos inmemoriales y que fehacientemente se lo puede identificar con el histórico zigurat Etemenanki de la antigua ciudad de Babilonia. Este edificio, en cuya cúspide estaba la Esagila -templo dedicado a Marduk-, originalmente tenía siete pisos de altura y más de 91 metros, pero pocos de sus restos permanecen en la actualidad.

La Torre de Babel no solo es una edificación clave en la tradición judeocristiana y mencionada en el antiguo Testamento, sino también pertenece al ideario universal y su historia ha trascendido generaciones. Pero la leyenda de la torre reposa sobre una realidad, pues existía en efecto en Babilonia una construcción de varios pisos y de origen desconocido, que era ya restaurada en tiempos de Nabopolasar (625-605 AC), fundador de la dinastía caldea.

Inclusive, esta construcción se llamaba Etemenanki, que puede ser interpretado como "la mansión de lo alto entre el cielo y la tierra", concordando con las principales interpretaciones del capítulo 11 del Génesis que afirman sobre la construcción de la torre, que los hombres pretendían alcanzar el Cielo. Una inscripción que data del tiempo de Nabopolasar señala: "Marduk (el gran dios de Babilonia) me ha ordenado colocar sólidamente las bases de la Etemenanki hasta alcanzar el mundo subterráneo y hacer de este modo que su cúspide llegue hasta el cielo". En otra inscripción, de los tiempos de Nabucodonosor, se precisa que la decoración de la cúspide estaba hecha de "ladrillos de esmalte azul brillante, es decir, adornada del color del cielo, perfectamente adaptado para dar la impresión de que el edificio se perdía en el azul infinito.

Construcción

No se sabe exactamente cuándo fue construido Etemenanki, la torre de Babel, pero probablemente existía antes del reino de Hammurabi (hacia 1792-1750 a. C.). Se piensa que el poema sobre la creación de Babilonia Enûma Elish fue escrito durante o poco tiempo después del reinado de Hammurabi; dado que el poema menciona al Esagila, el templo de Marduk, siendo creado inmediatamente después de la creación del mundo, e intuye la existencia de Etemenanki, se presume que ambas existían durante al menos 100 años del tiempo en el que escribió este poema, pero también debe de estar escrito mucho antes, ya que los autores también ignoran cuándo exactamente lo construyeron.

El tiempo aproximado de su construcción puede deducirse de la siguiente información. Péleg (cuyo nombre se perpetuó en el de una ciudad en la confluencia del Éufrates con el Khabor, mencionada en las tablillas de la ciudad de Mari, en el Éufrates medio, y que en la época grecorromana llevó el nombre de Phaliga) habría vivido desde aproximadamente 2269 hasta aproximadamente 2030 a.C. Su nombre significa "División", porque "en sus días se dividió la tierra", esto es, "la población de la tierra"; "de allí los había esparcido Yahvêh sobre toda la superficie de la tierra". 

Un texto cuneiforme de Shar-kali-sharri, rey de Akkad (y sucesor de Sargón I de Akkad), quien vivió en el tiempo de los patriarcas, menciona que restauró una torre-templo en Babilum (Babel, Babilonia), con lo que da a entender que tal edificio existía antes de su reinado. De hecho, en los registros sumerios aparece mencionada como Kadingira, que es el equivalente sumerio del akkadio Babilum.

Todos los arqueólogos occidentales intentaron ubicar esta famosa construcción en la zona del actual Irak. Entre otros sitios, fue buscada en Akar Quf (al oeste de Bagdad), donde antaño existió Dur Karigalzu (las ruinas retorcidas de cuyo zigurat, identificado por algunos viajeros con la Torre de Babel, todavía desafía a los vientos que la han modelado); y en Birs Nimrud, donde se encuentran las ruinas de la antigua Borsippa, situada cerca de los restos de la antigua Babilonia, hacia el suroeste.

En 1913, el arqueólogo Robert Koldewey encontró una estructura en la ciudad de Babilonia que él identificó como la torre de Babel. Esta torre habría sido destruida y reconstruida en numerosas ocasiones, debido al cambiante destino de la zona. La destruyeron los asirios y también los arameos. Y fue reconstruida en varias oportunidades por los príncipes caldeos, entre ellos Nabopolasar (625-605 a. C.). Se estima que la construcción más antigua de la «Casa de la Fundación del Cielo y de la Tierra» se construyó durante el III milenio antes de Cristo.

Reconstrucción

La ciudad de Babilonia fue destruida en 689 a. C. por Senaquerib, quien dice haber destruido el Etemenanki. La ciudad fue restaurada por los reyes neobabilónicos. Costó 88 años en ser reconstruida. Su característica central era el templo de Marduk (Esagila), para el cual estaba relacionado el zigurat Etemenanki. Esta fue reconstruida por Nabucodonosor II. Los siete pisos del zigurat alcanzan una altura de 91 metros y contiene un templo en la cima.

La base de esta torre habría sido un cuadrado de 92 metros de lado, y su altura original habría sido aumentada en tiempos de Nabopolasar y Nabucodonosor II (605-592 a. C.), para hacerla una digna exponente de su poderío y grandeza. Cálculos basados en otras excavaciones arqueológicas determinaron que esta torre escalonada pudo haber tenido entre 60 y 90 m de altura.

Se conserva una muy interesante y detallada descripción de este zikkurratu (zigurat) en los escritos de Heródoto, llamado el «Padre de la Historia», quien visitó Babilonia.

En medio de cada uno de los dos grandes cuarteles en que la ciudad se divide, hay levantados dos alcázares. En el uno está el palacio real, rodeado con un muro grande y de resistencia, y en el otro un templo de Júpiter Belo con sus puertas de bronce. Este templo, que todavía duraba en mis días, es cuadrado y cada uno de sus lados tiene dos estadios. En medio de él se va fabricada una torre maciza que tiene un estadio de altura y otro de espesor. Sobre esta se levanta otra segunda, después otra tercera, y así sucesivamente hasta llegar al número de ocho torres. Alrededor de todas ellas hay una escalera por la parte exterior, y en la mitad de las escaleras un rellano con asientos, donde pueden descansar los que suben. En la última torre se encuentra una capilla, y dentro de ella una gran cama magníficamente dispuesta, y a su lado una mesa de oro. No se ve allí estatua ninguna, y nadie puede quedarse de noche, fuera de una sola mujer, hija del país, a quien entre todas escoge Dios, según refieren los Caldeos, que son sus sacerdotes.

Hoy solo se conservan ruinas de ella ya que su construcción fue hecha con materiales muy sensibles a la intemperie.

Descripción y referencias

A pesar de las fabulosas imágenes que existen, tanto en la literatura como en el arte, sobre la famosa torre de Babel (el gran zigurat de la ciudad de Babilonia, dedicado a Marduk), no se ha encontrado ningún zigurat levantado en forma íntegra y completa.

Sin embargo, tanto la antigua documentación en escritura cuneiforme como las imágenes conservadas y los restos arqueológicos nos permiten reconstruir algunas de sus características: un zigurat era un monumento con una base de planta cuadrada o rectangular, construido en forma de alta terraza, escalonado en varios niveles -tres, cuatro o siete-, en el último de los cuales se erigía una capilla o un templo. El núcleo se construía con adobes secados al sol, revestidos con una gruesa capa de ladrillos cocidos en hornos. El templo en la cima, al que se accedía a través de escaleras situadas de forma perpendicular a la fachada o adosadas a ésta, era de ladrillos esmaltados.

Una de las reseñas antiguas que habla sobre la edificación fue el relato de Heródoto cuando pasaba por en Babilonia en el siglo IV antes de nuestra era. La reseña describía la fachada de la torre con una altura de aproximadamente 91 m, el edificio en forma escalonada tenía siete pisos, hechos de muros con resaltos, sin duda verticales. El zigurat tenía una planta cuadrangular dividida en dos sectores y delimitada por una gran muralla. La subida a cada una de las torres se hacía por fuera siguiendo una escalera en espiral hasta llegar al final. El último piso tenía instalaciones para el culto, adornadas con ladrillos esmaltados azules, imitando el color del cielo. También nos señala que aquel santuario azul de la cima estaba dedicado al gran dios Marduk y hace referencia a la celebración anual de renovación del reinado como fruto del contacto entre el dios y el rey.

El Etemenanki también fue descrito en una tablilla cuneiforme llamada "del Esagil" escrita en el 229 a. C. en la ciudad de Uruk. La copia más antigua del texto se encuentra hoy en el Museo del Louvre de París. Este escrito dejaba constancia del estado de la torre y describía las medidas solamente del primer piso que llegaban a los 90 metros de longitud y de anchura, mientras que de alto medía unos 33 metros. Se hace mención a que la Torre de Babel fue constituida con 7 pisos en total, de medidas cada vez más pequeñas. 

En la actualidad se ha identificado una estructura de adobe de similares características que fue confirmada por excavaciones conducidas por Robert Koldewey en 1913. Se descubrieron largas escaleras en el sur del edificio, donde un triple pasillo se conectaba en la cima con el templo superior de Marduk. Un pasillo más largo, al este, conectaba el Etemenanki con el camino sagrado procesional (reconstruido en el Museo de Pérgamo, en Berlín).

Por otro lado, las excavaciones arqueológicas han sacado a la luz que existía una escalera con forma de “T” aunque se desconoce hasta qué altura llegaba. Por el momento no se descarta que se diesen dos sistemas de comunicación simultáneos, la escalera con forma de “T” por un lado y por el otro una escalera en espiral o en zigzag tal como plantea Heródoto. Al mismo tiempo, se conoce que había nichos ricamente decorados con motivos de la fiesta del Año Nuevo Babilónico y la creación del monumento, tema que nos remite al significado de la estructura “puerta del sol, entrada del cielo", que seguramente viniese a ser interpretado como un lugar de comunicación entre lo divino y lo terrenal.

Relato bíblico

De acuerdo con la Biblia (principal fuente de los relatos), Dios para evitar el éxito de la edificación, hizo que los constructores comenzasen a hablar diferentes idiomas y se dispersaron por toda la Tierra.

Toda la Tierra tenía una misma lengua y usaba las mismas palabras. Los hombres en su emigración hacia oriente hallaron una llanura en la región de Sena-ar y se establecieron allí. Y se dijeron unos a otros: «Hagamos ladrillos y cozámoslos al fuego». Se sirvieron de los ladrillos en lugar de piedras y de betún en lugar de argamasa. Luego dijeron: «Edifiquemos una ciudad y una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo. Hagámonos así famosos y no estemos más dispersos sobre la faz de la Tierra».
Mas Yahveh descendió para ver la ciudad y la torre que los hombres estaban levantando y dijo: «He aquí que todos forman un solo pueblo y todos hablan una misma lengua, siendo este el principio de sus empresas. Nada les impedirá que lleven a cabo todo lo que se propongan. Pues bien, descendamos y allí mismo confundamos su lenguaje de modo que no se entiendan los unos con los otros». Así, Yahveh los dispersó de allí sobre toda la faz de la Tierra y cesaron en la construcción de la ciudad. Por ello se la llamó Babel, porque allí confundió Yahveh la lengua de todos los habitantes de la Tierra y los dispersó por toda la superficie.
Génesis 11:1-96

Nimrod, quien fue el primero en hacerse rey después del Diluvio, y a quien la Biblia identifica como un poderoso cazador opuesto a Yahveh, es señalado como el verdadero gestor de la idea de llevar a cabo esta enorme empresa. Algunos han intentado identificarlo con Sharrukin o Sargón I de Akkad, el fundador del primer Imperio semita (acadio) de que se tiene memoria. Otros creen ver en este vigoroso cazador la figura del dios asirio Ninurta, dios de la guerra y de la caza que, como Nemrod, se placía en cazar a sus enemigos.
Dice la tradición que al no disponer de piedra para la construcción, se dedicaron a fabricar ladrillos y como tampoco contaban con cal y entonces usaron betún como argamasa.

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LA TORRE DE BABEL

viernes, 12 de marzo de 2021

HISPANIA BAJO EL DOMINIO DEL IMPERIO ROMANO











ROMANIZACIÓN DE HISPANIA 

Se entiende por romanización de Hispania el proceso por el cual la cultura romana se implantó en la península ibérica durante el periodo de dominio romano sobre esta. 

La transformación de las sociedades prerromanas 

No se puede considerar este aspecto de la romanización de Hispania como un bloque unitario, ya que la influencia romana fue recorriendo progresivamente la Península en un prolongado periodo de dos siglos. Además, los pueblos prerromanos tenían un carácter muy diferente según su localización geográfica. Así, las zonas previamente bajo influencia griega fueron fácilmente asimiladas, mientras aquellos que se enfrentaron a la dominación romana tuvieron un periodo de asimilación cultural mucho más prolongado. 

En este proceso las culturas prerromanas perdieron su lengua y sus costumbres ancestrales, a excepción del idioma euskera, que sobrevivió en las laderas occidentales de los Pirineos donde la influencia romana no fue tan intensa. La cultura romana se extendía conjuntamente con los intereses comerciales de Roma, demorándose en llegar a aquellos lugares de menor importancia estratégica para la economía del Imperio. De este modo, la costa mediterránea, habitada antes de la llegada de los romanos por pueblos de origen íbero, ilergeta y turdetano entre otros (pueblos que ya habían tenido un intenso contacto con el comercio griego y fenicio), adoptó con relativa rapidez el modo de vida romano. 

Las primeras ciudades romanas se fundarían en estos territorios, como Tarraco en el noreste o Itálica en el sur, en pleno periodo de enfrentamiento con Cartago. Desde ellas se expandiría la cultura romana por los territorios que las circundaban. Otras de anterior fundación como Qart Hadasht (actual Cartagena) en el sur, pasaron a ser ciudades romanas. Sin embargo, otros pueblos peninsulares no resultaron tan predispuestos al abandono de sus respectivas culturas, especialmente en el interior, donde la cultura celtíbera estaba bien asentada. El principal motivo para este rechazo fue la resistencia armada que estos pueblos presentaron a lo largo de la conquista romana, con episodios como Numancia o la rebelión de Viriato. Existía por lo tanto una fuerte predisposición al rechazo de las formas culturales romanas que perduraría hasta la conquista efectiva del territorio peninsular por las legiones de Augusto, ya en el año 19 a. C. 

En cualquier caso, la cultura celtíbera no sobrevivió al impacto cultural una vez que Roma se asentó de forma definitiva en sus territorios, y el centro de Hispania pasaría a formar parte del entramado económico y humano del Imperio. Indudablemente, la civilización romana era mucho más refinada que la de los pobladores de la Hispania prerromana, lo cual favorecía su adopción por estos pueblos. Roma padecía además una fuerte tendencia al chovinismo que le hacía despreciar las culturas foráneas, a las cuales denominaba en general «bárbaras», por lo que cualquier relación fluida con la metrópoli pasaba por imitar el modo de vida de esta. 

Por otra parte, para la élite social del periodo anterior no resultó un sacrificio, sino más bien al contrario, convertirse en la nueva élite hispanorromana, pasando del austero modo de vida anterior a disfrutar de las «comodidades» de los servicios de las nuevas «urbis» y de la estabilidad política que el Imperio traía consigo. Estas élites ocuparon de paso los puestos de gobierno en las nuevas instituciones municipales, convirtiéndose en magistrados e incorporándose a los ejércitos romanos donde se podía medrar políticamente al tiempo que se progresaba en la carrera militar. 

Roma impulsó en Hispania la repoblación, repartiendo tierras entre las tropas licenciadas de las legiones que habían participado en la guerra contra Cartago. También muchas familias procedentes de Italia se establecieron en Hispania con el fin de aprovechar las riquezas que ofrecía un nuevo y fértil territorio y de hecho, algunas de las ciudades hispanas poseían el estatus de «colonia», y sus habitantes tenían el derecho a la ciudadanía romana. No en vano, tres emperadores romanos, Teodosio I, Trajano y Adriano, procedían de Hispania así como los autores Quintiliano, Marcial, Lucano y Séneca. 

Introducción 

A lo largo de los siglos de dominio romano sobre las provincias de Hispania, las costumbres, la religión, las leyes y en general el modo de vida de Roma, se impuso con muchísima fuerza en la población indígena, a lo que se sumó una gran cantidad de itálicos y romanos emigrados, formando finalmente la cultura hispanorromana. La civilización romana, mucho más avanzada y refinada que las anteriores culturas peninsulares, tenía importantes medios para su implantación allá donde los romanos querían asentar su dominio, entre los cuales estaban: La creación de infraestructuras en los territorios bajo gobierno romano, lo que mejoraba tanto las comunicaciones como la capacidad de absorber población de estas zonas. La mejora, en gran parte debido a estas infraestructuras, de la urbanización de las ciudades, impulsada además por servicios públicos utilitarios y de ocio, desconocidos hasta entonces en la península, como acueductos, alcantarillado, termas, teatros, anfiteatros, circos, etc. La creación de colonias de repoblación como recompensa para las tropas licenciadas, así como la creación de latifundios de producción agrícola extensiva, propiedad de familias pudientes que, o bien procedían de Roma y su entorno, o eran familias indígenas que adoptaban con rapidez las costumbres romanas. 

Asentamientos romanos 
Los municipios 

Aunque la influencia romana tuvo gran repercusión en las ciudades ya existentes en la península, los mayores esfuerzos urbanísticos se centraron en las ciudades de nueva construcción, como Tarraco (la actual Tarragona), Augusta Emerita (hoy Mérida) o Itálica (en el actual Santiponce, cerca de Sevilla). 

Los municipios romanos o colonias se concebían como imágenes de la capital en miniatura. La ejecución de los edificios públicos corría a cargo de los curatores operorum publicorum o eran regentados directamente por los supremos magistrados municipales. Para emprender cualquier obra a cargo de los fondos públicos era necesario contar con la autorización del emperador. El patriotismo local impulsaba a las ciudades a rivalizar para ver cuál construía más y mejor, animando a los vecinos más pudientes de los municipios. La sed de gloria hacía que sus nombres pasasen a la posteridad asociados a los grandes monumentos. Las obras públicas acometidas con fondos particulares no estaban sometidas al requerimiento de la autorización del emperador. Los urbanistas decidían el espacio necesario para las casas, plazas y templos estudiando el volumen de agua necesario y el número y anchura de las calles. En la construcción de la ciudad colaboraban soldados, campesinos y sobre todo prisioneros de guerra y esclavos propiedad del estado o de los grandes hombres de negocios. 

Tarraco 

La Tarraco romana tuvo su origen en el campamento militar establecido por los dos hermanos, consulares, Cneo y Publio Cornelio Escipión en 218 a. C., cuando comandaron el desembarco en la península ibérica, durante la segunda guerra púnica. Es recordando este primer vínculo por lo que Plinio el Viejo caracteriza a la ciudad como Scipionum opus, "obra de los Escipiones" (Nat.Hist. III.21, y termina "...sicut Carthago Poenorum"). Isidoro de Sevilla, aunque ya en el siglo VII d. C., es algo más explícito acerca del alcance de la obra escipionea: Terraconam in Hispania Scipiones construxerunt; ideo caput est Terraconensis provinciae (Etymol. XV.1.65). En efecto, Tarraco fue desde el principio la capital de la más reducida Hispania Citerior republicana, y más tarde de la muy extensa y por ella conocida como Provincia Hispania Citerior Tarraconensis, a pesar de su notoria excentricidad con respecto a la misma. Posiblemente hacia el año 45 a. C. Julio César cambiaría su estatus por el de colonia de ciudadanos romanos, lo que se refleja en el epíteto Iulia de su nombre completo formal: Colonia lulia Urbs Triumphalis Tarraco, el mismo que mantendría durante el Imperio. 

Augusta Emerita 

Augusta Emerita fue fundada en 25 a. C. por Publio Carisio, como representante del emperador Octavio Augusto como lugar de asentamiento de las tropas licenciadas de las legiones V (Alaudae) y X (Gemina). Con el tiempo, esta ciudad se convertiría en una de las más importantes de toda Hispania y la de mayor tamaño, alcanzando las 120 hectáreas. Fue capital de la provincia de Lusitania y centro económico y cultural. 

Itálica 

Itálica, situada donde hoy se emplaza la localidad de Santiponce, en la provincia de Sevilla, fue la primera ciudad puramente romana fundada en Hispania. Al finalizar la segunda guerra púnica, Escipión el Africano repartió entre las legiones romanas parcelas de tierra en el valle del río Betis (actual Guadalquivir), de forma que, aunque Itálica nace como un hospital de campaña para los heridos de la batalla de Ilipa, se convirtió posteriormente en un asentamiento de veteranos de guerra y luego en un municipio, en la margen oeste del río Betis en 206 a. C. Fue durante la época de César Augusto cuando Itálica consiguió el estatus de municipio, con derecho a acuñar moneda; pero alcanza su periodo de mayor esplendor durante los reinados de los césares Trajano y Adriano a finales del siglo I y durante el siglo II, originarios de Itálica, que dieron un gran prestigio a la antigua colonia hispánica en Roma. 
Ambos emperadores fueron particularmente generosos con su ciudad natal, ampliándola y revitalizando su economía. Adriano mandó construir la nova urbs, la ciudad nueva, ciudad que solamente mantuvo cierta actividad durante los siglos II y III. También durante el gobierno de Adriano, la ciudad cambió su estatus de municipio para pasar a ser colonia romana, copiando de Roma sus instituciones. Es en este momento cuando pasó a llamarse Colonia Aelia Augusta Itálica, en honor del emperador. Por entonces, ya existía en el senado romano un importante grupo de presión procedente de la ciudad hispánica. 

Carthago Nova 

Carthago Nova fue fundada alrededor del año 227 a. C. por el general cartaginés Asdrúbal el Bello con el nombre de Qart Hadasth ('Ciudad Nueva'), sobre un posible asentamiento tartésico de nombre Mastia. Situada estratégicamente en un amplio puerto natural desde el que se controlaban las cercanas minas de plata de Carthago Nova. Fue tomada por el general romano Escipión el Africano en el año 209 a. C. en el transcurso de la segunda guerra púnica con el fin de cortar el suministro de plata al general Aníbal. En el año 44 a. C. la ciudad recibió el título de colonia bajo la denominación de Colonia Urbs Iulia Nova Carthago (C.V.I.N.C), fundada con ciudadanos de derecho romano o latino. Augusto en 27 a. C. decidió reorganizar Hispania, de manera que la ciudad fue incluida en la nueva Provincia imperial Tarraconenesis, y entre Tiberio y Claudio, fue convertida en la capital del conventus iuridicus Carthaginensis. Durante el mandato de Augusto, la ciudad fue sometida a un ambicioso programa de urbanización que incluyó, entre otras intervenciones urbanísticas, la construcción de un impresionante Teatro romano, el augusteum (edificio de culto imperial) y un foro. Más adelante, en tiempos del emperador Diocleciano, fue convertida en la capital de la Provincia romana Carthaginensis, desgajada de la Tarraconensis. 

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LA ROMANIZACIÓN DE HISPANIA
 

sábado, 6 de marzo de 2021

EL CALIFATO DE CORDOBA Y SUS DOCE CALIFAS












MAPA DEL CALIFATO EN 1.022
El Califato de Córdoba

El Califato de Córdoba (en árabe: خلافة قرطبة; Khilāfat Qurṭuba), también llamado Califato Omeya de Córdoba o Califato de Occidente, fue un estado musulmán andalusí proclamado por Abderramán III en 929. El Califato puso fin alemirato independiente instaurado por Abderramán I en 756 y perduró oficialmente hasta el año 1031, en que fue abolido dando lugar a la fragmentación del Estado omeya en multitud de reinos conocidos como taifas. Por otro lado, la del Califato de Córdoba fue la época del máximo esplendor político, cultural y comercial de al-Ándalus.

Historia
Apogeo del Califato

Los reinados de Abderramán III (929-961) y su hijo Alhakén II (961-976) constituyen el periodo de apogeo del Califato omeya, en el que se consolida el aparato estatal cordobés.

Para afianzar el aparato estatal los soberanos recurrieron a oficiales fieles a la dinastía omeya, lo cual configuró una aristocracia palatina de fata'ls (esclavos y libertos de origen europeo), que fue progresivamente aumentando su poder civil y militar, suplantando así a la aristocracia de origen árabe. En el ejército se incrementó especialmente la presencia de contingentes bereberes, debido a la intensa política califal en el Magreb. Abderramán III sometió a los señores feudales, los cuales pagaban tributos o servían en el ejército, contribuyendo al control fiscal del Califato.

Las empresas militares consolidaron el prestigio de los omeyas fuera de al-Ándalus y estaban orientadas a garantizar la seguridad de las rutas comerciales. La política exterior se canalizó en tres direcciones: los reinos cristianos del norte peninsular, el Norte de África y el Mediterráneo.

La Fitna














La fitna, guerra civil, comenzó en 1009 con un golpe de Estado que supuso el asesinato de Abderramán Sanchuelo, hijo de Almanzor, la deposición de Hisham II y el ascenso al poder de Muhammad ibn Hisham ibn Abd al-Yabbar, bisnieto de Abderramán III. En el trasfondo se hallaban también problemas como la agobiante presión fiscal necesaria para financiar el coste de los esfuerzos bélicos.

A lo largo del conflicto, los diversos contendientes llamaron en su ayuda a los reinos cristianos. Córdoba y sus arrabales fueron saqueados repetidas veces, y sus monumentos, entre ellos elAlcázar y Medina Azahara, destruidos. La capital llegó a trasladarse temporalmente a Málaga. En poco más de veinte años se sucedieron 10 califas distintos (entre ellos Hisham II restaurado), pertenecientes tres de ellos a una dinastía distinta de la omeya, la hammudí.

En medio de un desorden total se independizaron paulatinamente las taifas de Almería, Murcia, Alpuente, Arcos, Badajoz, Carmona, Denia, Granada, Huelva, Morón, Silves, Toledo, Tortosa, Valencia y Zaragoza. 

El último califa, Hisham III, fue depuesto en 1031, y se proclamó en Córdoba una república. Para entonces todas las coras (provincias) de al-Ándalus que aún no se habían independizado se proclamaron independientes, bajo la regencia de clanes árabes, bereberes o eslavos. La caída del Califato supuso para Córdoba la pérdida definitiva de lahegemonía de al-Ándalus y su ruina como metrópoli.

Política interior

El apogeo del califato cordobés queda de manifiesto por su capacidad de centralización fiscal, que gestionaba las contribuciones y rentas del país: impuestos territoriales, diezmos, arrendamientos, peajes, impuestos de capitación, tasas aduaneras sobre mercancías, así como los derechos percibidos en los mercados sobre joyas, aparejos de navíos, piezas de orfebrería, etc. Asimismo, los cortesanos estaban sometidos a contribución. Administrativamente, el califato dividió su territorio en demarcaciones administrativas y militares, denominadas coras, siguiendo a grandes rasgos la anterior división administrativa del Emirato.

La opulencia del califato durante estos años queda reflejada en la palabras del geógrafo Ibn Hawqal:

La abundancia y el desahogo dominan todos los aspectos de la vida; el disfrute de los bienes y los medios para adquirir la opulencia son comunes a los grandes y a los pequeños, pues estos beneficios llegan incluso hasta los obreros y los artesanos, gracias a las imposiciones ligeras, a la condición excelente del país y a la riqueza del soberano; además, este príncipe no hace sentir lo gravoso de las prestaciones y de los tributos.

Para realzar su dignidad y a imitación de otros califas anteriores, Abderramán III edificó su propia ciudad palatina: Medina Azahara. Esta etapa de la presencia islámica en la península Ibérica de mayor esplendor, aunque de corta duración pues en la práctica terminó en el 1009 con la fitna o guerra civil que se desencadenó por el trono entre los partidarios del último califa legítimo, Hisham II, y los sucesores de su primer ministro o hayib Almanzor. No obstante, el Califato siguió existiendo oficialmente hasta el año 1031, en que fue abolido dando lugar a la fragmentación del Estado omeya en multitud de reinos conocidos como taifas.

Política exterior
Relaciones con los reinos cristianos

Durante los primeros años del Califato, la alianza del rey leonés Ramiro II con Navarra y el conde Fernán González ocasionaron el desastre del ejército califal en la batalla de Simancas. Pero a la muerte de Ramiro II, Córdoba pudo desarrollar una política de intervención y arbitraje en las querellas internas de leoneses, castellanos y navarros, enviando frecuentemente contingentes armados para hostigar a los reinos cristianos. 

La influencia del Califato sobre los reinos cristianos del norte llegó a ser tal que entre 951 y 961, los reinos de León, Navarra y Castilla y el condado de Barcelona le rendían tributo.

Las relaciones diplomáticas fueron intensas. A Córdoba llegaron embajadores del conde de Barcelona Borrell, de Sancho Garcés II de Navarra, de Elvira Ramírez de León, de García Fernández de Castilla y el conde Fernando Ansúrez entre otros. Estas relaciones no estuvieron faltas de enfrentamientos bélicos, como el cerco de Gormaz de 975, donde un ejército de cristianos se enfrentó al generalGalib.

Relaciones con el Magreb

La política cordobesa en el Magreb fue igualmente intensa, particularmente durante el reinado de Alhakén II. En África, los omeyas se enfrentaron a los fatimíes, que controlaban ciudades como Tahart y Siyilmasa, puntos fundamentales de las rutas comerciales entre el África subsahariana y el Mediterráneo, si bien este enfrentamiento no fue directo entre ambas dinastías. Los omeyas se apoyaron en los zenata y los idrisíes y el Califato fatimí, en los ziríes sinhaya.

Eventos importantes fueron la ocupación de Melilla, Tánger y Ceuta, punto desde el cual se podía evitar el desembarco fatimí en la península. Tras la toma de Melilla en 927, a mediados del siglo X los Omeyas controlaron el triángulo formado por Argel, Siyilmasa y elocéano Atlántico y promovieron revueltas que llegaron a poner en peligro la estabilidad de califato fatimí.

Sin embargo, la situación cambió tras el ascenso de al-Muizz al Califato fatimí. Almería fue saqueada y los territorios africanos bajo autoridad omeya pasaron a ser controlados por los fatimíes, reteniendo los cordobeses sólo Tánger y Ceuta. La entrega del gobierno deIfriqiya a Ibn Manad provocó el enfrentamiento directo que se había intentado evitar anteriormente, si bien Ya'far ibn Ali al-Andalusi logró detener al zirí Ibn Manad.

En el 972 estalló una nueva guerra en el norte de África, provocada en esta ocasión por Ibn Guennun, señor de Arcila, que fue vencido por el general Galib. Esta guerra tuvo como consecuencia el envío de grandes cantidades de dinero y tropas al Magreb y la continua inmigración de bereberes a al-Ándalus.

Política en el Mediterráneo

Un tercer objetivo de la actividad bélica y diplomática del Califato estuvo orientada al Mediterráneo.

El Califato mantuvo relaciones con el Imperio bizantino de Constantino VII y emisarios cordobeses estuvieron presentes en Constantinopla. El poder del Califato se extendía también hacia el norte, y hacia el 950 el Sacro Imperio Romano Germánicointercambiaba embajadores con Córdoba, de lo que queda constancia de las protestas por la piratería musulmana practicada desdeFraxinetum y las islas orientales de al-Ándalus. Igualmente, algunos años antes, Hugo de Arlés solicitaba salvoconductos para que sus barcos mercantes pudieran navegar por el Mediterráneo, dando idea por lo tanto del poder marítimo que ostentaba Córdoba.

A partir del 942 se establecieron relaciones mercantiles con la República amalfitana y en el mismo año se recibió una embajada deCerdeña.

Economía y población

La economía del Califato se basó en una considerable capacidad económica -fundamentada en un comercio muy importante-, una industria artesana muy desarrollada y técnicas agrícolas mucho más desarrolladas que en cualquier otra parte de Europa. Basaba su economía en la moneda, cuya acuñación tuvo un papel fundamental en su esplendor financiero. La moneda de oro cordobesa se convirtió en la más importante de la época, siendo probablemente imitada por el Imperio carolingio. Así, el Califato fue la primera economía comercial y urbana de Europa tras la desaparición del Imperio romano.

A la cabeza de la red urbana estaba la capital, Córdoba, la ciudad más importante del Califato, que superaba los 250.000 habitantes en935 y rebasó los 500.000 en 1000 (algunos historiadores aún hablan de 1.000.000 de habitantes, basándose en recientes hallazgos arqueológicos de dimensiones superiores a las esperadas, cumpliendo muchas de las crónicas hasta ahora tenidas por exageradas), siendo durante el siglo X una de las mayores ciudades del mundo y un centro financiero, cultural, artístico y comercial de primer orden.

Otras ciudades importantes fueron Toledo 37.000 habitantes; Almería 27.000 habitantes; Málaga y Granada, ambas con 20.000 habitantes; Zaragoza 17.000 habitantes y Valencia 15.000 habitantes.

Cultura
MEZQUITA DE CORDOBA
















Interior de la Gran Mezquita de Córdoba, ahora catedral cristiana. Uno de los mejores ejemplos de arquitectura islámica iniciada por la dinastía de los omeyas.

Abderramán III, octavo soberano Omeya de la España musulmana y primero de ellos que tomó el título de califa, no sólo hizo de Córdoba el centro neurálgico de un nuevo imperio musulmán en Occidente, sino que la convirtió en la principal ciudad de Europa Occidental, rivalizando a lo largo de un siglo con Bagdad y Constantinopla, las capitales del Califato Abasí y el Imperio bizantino, respectivamente, en poder, prestigio, esplendor y cultura. Según fuentes árabes, bajo su gobierno, la ciudad alcanzó el millón de habitantes, que disponían de mil seiscientas mezquitas, trescientas mil viviendas, ochenta mil tiendas e innumerables baños públicos.

El califa omeya fue también un gran impulsor de la cultura: dotó a Córdoba con cerca de setenta bibliotecas, fundó una universidad, una escuela de medicina y otra de traductores del griego y del hebreo al árabe. Hizo ampliar la Mezquita de Córdoba, reconstruyendo el alminar, y ordenó construir la extraordinaria ciudad palatina de Madinat al-Zahra, de la que hizo su residencia hasta su muerte.

Los aspectos de desarrollo cultural no son menos relevantes tras la llegada al poder del califaAlhakén II a quien se atribuye la fundación de una biblioteca que habría alcanzado los 400.000 volúmenes. Quizás ello provocó la asunción de postulados de la filosofía clásica -tanto griega como latina- por parte de intelectuales de la época como fueron Ibn Masarra,Ibn Tufail, Averroes y el judío Maimónides, aunque los pensadores destacaron, sobre todo, en medicina, matemáticas y astronomía.

Los Doce Califas de Córdoba

Abderramán III (929-961)

Alhakén II (961-976)

Hisham II (976-1009) y (1010-1013)

Muhammad II (1009)

Sulaiman al-Mustain (1009) y (1013-1016)

Alí ben Hamud al-Nasir (1016- 1018)

Abderramán IV (1018)

Al-Qasim al-Mamun (1018-1021) y (1023)

Yahya al-Muhtal (1021-1023) y (1025-1026)

Abderramán V (1023-1024)

Muhammad III (1024-1025)

Hisham III (1027-1031)

Abderramán III























Abd ar-Rahman ibn Muhammad (en árabe: عبد الرحمن بن محمد) Córdoba (Qurduba), 7 de enero de 8911 -Medina Azahara, 15 de octubre de 961,2 más conocido como Abderramán o Abd al-Rahman III, fue el octavo emir independiente (912-929) y primer califa omeya de Córdoba (929-961), con el sobrenombre de an-Nāṣir li-dīn Allah (الناصر لدين الله), 'aquel que hace triunfar la religión de Dios' ('de Alá').

El califa Abderramán vivió 70 años y reinó 50. Fundó la ciudad palatina de Medina Azahara, cuya fastuosidad aún es proverbial, y condujo al emirato cordobés de su nadiral esplendor califal. De él dijo su cortesano Ibn Abd Rabbihi que:
«la unión del Estado rehízo, de él arrancó los velos de tinieblas. El reino que destrozado estaba reparó, firmes y seguras quedaron sus bases (…) Con su luz amaneció el país. Corrupción y desorden acabaron tras un tiempo en que la hipocresía dominaba, tras imperar rebeldes y contumaces». 

Bajo su mandato, Córdoba se convirtió en un verdadero faro de la civilización y la cultura, que la abadesa germana Hroswitha de Gandersheim llamó «Ornamento del Mundo» y «Perla de Occidente».

La Crónica anónima de al-Nasir resume así su reinado:

Conquistó España ciudad por ciudad, exterminó a sus defensores y los humilló, destruyó sus castillos, impuso pesados tributos a los que dejó con vida y los abatió terriblemente por medio de crueles gobernadores hasta que todas las comarcas entraron en su obediencia y se le sometieron todos los rebeldes.

Derrotado en la batalla de Simancas por Ramiro II de León (939), fue incapaz de reducir a los reinos cristianos del norte de España. A su muerte dejó por legado un poderoso Califato forjado por la fuerza de las armas, uno de los Estados más poderosos del Occidente europeo, que, sin embargo, se derrumbó en poco más de medio siglo.

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Alhakén II























Alhakén o Alhaquén II (en árabe, الحكم بن عبد الرحمن), al-Ḥakam ibn ʿAbd ar-Raḥmān; Córdoba, 13 de enero de 915 - Id., 16 de octubre de 976 segundo califaomeya de Córdoba, desde el 16 de octubre de 961 hasta su muerte.

Sucedió a Abderramán III a los 47 años y nueve meses de edad, continuando la política de su padre y manteniendo la paz y la prosperidad en Al-Ándalus. No sólo sostuvo el apogeo al que llegó el califato con su padre, sino que con él alcanzó su máximo esplendor.

A los 8 años fue nombrado sucesor de Abderramán III, y su educación fue exquisita, participando intensamente en las actividades de gobierno, así como en las campañas militares, acompañando al califa en varias ocasiones. Cuando a la muerte de su padre se hizo cargo del poder contaba con 47 años y adoptó el título de al-Mustansir Bi-llah (el que busca la ayuda victoriosa de Alá). Hasta entonces, y pese a su unión con Radhia, no tuvo hijos. Al llegar al trono la descendencia se hacía necesaria y logró dársela una concubina esclava, de origen vascongado llamada Subh (también llamada Zohbeya y Aurora), a quien Alhakén dio el nombre masculino de Chafar.

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Hisham II




















Abû l-Walîd Hishâm ibn al-Hakam (Árabe: أبو الوليد هشام بن الحكم), más conocido como Hisham II o Hixem II (Córdoba, 11 de junio de 965 - ibídem, 18 de mayo de 1013), tercer califa omeya de Córdoba desde 976 a 1009, y nuevamente de 1010 a 1013, con el sobrenombre de al-Mu'ayyad bi-llah (المؤيد بالله), es decir, el que recibe la asistencia victoriosa de Dios.

Ascenso al trono
DINARES DE ORO DE  HIXEM II














Al morir en 976 el califa Al-Hakam II, la sucesión al frente del califato recayó sobre su hijo de tan solo 11 años de edad Hisham II. Lossaqalibah que formaban la guardia eslava del palacio intentaron sustituir en el trono a Hisham por un tío suyo, Al-Mugirah, pero entre los apoyos con que contaba el califa-niño se encontraban poderosos personajes de la corte entre los que destacaban su propia madre, la concubina vascona Subh, el chambelán Jafar al-Mushafi y su tutor Al-Mansur (más conocido como Almanzor) Ibn Abi Amir, los cuales hicieron fracasar la conjura al conseguir eliminar al pretendiente al trono.

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Muhammad II al-Mahdi























Muhammad II al Mahdi (en árabe: المهدي بالله محمد بن هشام). (* Córdoba, 980 – 23 de julio de 1010). Cuarto califa omeya del Califato de Córdoba entre 1009 y 1010.

Muhammad II, que adoptó el título de al-Mahdi bi-llah (el bien guiado por Alá), ocupó el trono califal en dos cortos periodos separados por apenas unos meses. Era hijo de Hisham o Hixem, a su vez hijo de Abd al-Jabbar, el cual por su parte era uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer Califa.

Su primera etapa como califa se inicia el 15 de febrero de 1009 cuando un levantamiento popular triunfó en Córdoba y expulsó aHisham II y a su hombre fuerte, Abd al-Rahman Sanchuelo que, como hijo de Almanzor, venía ejerciendo el poder real sobre el califato.

Sin embargo, su enfrentamiento con la etnia bereber provocó que en el mismo año de su proclamación como califa perdiera el trono a manos de su primo segundo Sulaiman al-Mustain, que con el apoyo bereber y el del conde castellano Sancho García derrotó, el 1 de noviembre de 1009, al ejército califal en la batalla de Alcolea obligando a Muhammad a refugiarse en Toledo.

Su segunda etapa como califa se inicia el 10 de mayo de 1010 cuando tropas eslavas al mando del general Wadih, apoyadas por tropas catalanas del conde Ramón Borrell, derrotan al ejército de Sulayman y reponen nuevamente a Muhammad en el trono cordobés. En él se mantuvo hasta su asesinato, ocurrido el 23 de julio de 1010, por orden de su jefe militar, el general Wadih. Tras este suceso, fue repuesto en el trono Hisham II, que así volvía a ocupar el califato por segunda vez.

Sulaiman al-Mustain

















Sulaiman al-Mustain (en árabe: سليمان الثاني). Quinto califa omeya del Califato de Córdoba en 1009 y desde 1013 a 1016.

Era hijo de Al-Hakam o Alhakem, a su vez hijo de Sulayman, uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer califa.

En su primera época en el poder (1009) apoyado por los bereberes y por el conde castellano Sancho García, se rebeló contraMuhammad II al-Mahdi al que venció el 1 de noviembre de 1009 en la batalla de Alcolea, y tras entrar en Córdoba los castellanos y mercenarios sometieron la ciudad a saqueo, liberando al depuesto califa Hisham II al que derrocó a los pocos días, cuando adoptó el título de al Musta'in bi-llah (el que busca el auxilio de Alá).

La huida a la ciudad de Toledo de Muhammad II le permitió a éste organizar un poderoso ejército de esclavos de toda Europa al mando del general Wahid y, con el apoyo de tropas catalanas al mando del conde Ramón Borrell, vencer a Sulaiman en mayo de 1010 obligándole a dejar Córdoba y el trono.

La recuperación del trono por Muhammad II fue efímera ya que el 23 de julio de 1010 fue depuesto por un concilio de patricios cordobeses en revuelta y, tras morir asesinado, el restablecimiento del antiguo califa Hisham II al que él mismo había obligado a abdicar.

Hisham II no fue reconocido por Sulaiman quien refugiado en Algeciras, y apoyado por contingentes de las tribus beréberes del otro lado del estrecho, mantuvo una guerra civil hasta que el 9 de mayo de 1013 ocupó la capital cordobesa iniciando, tras hacer asesinar a Hisham II, su definitiva etapa como califa (1013-1016).

Para aplacar a las distintas etnias que dominaban el califato, árabes, beréberes y eslavos, inició una política de concesión de cuotas de poder a las principales familias que realmente eran las que dominaban las distintas provincias quedando el poder real de Sulaiman localizado exclusivamente en Córdoba.

Con esta medida, en la que puede verse el germen de los futuros reinos de taifas, Sulaiman no logró el objetivo perseguido ya que en 1016 el gobernador de Ceuta, Alí ben Hamud al-Nasir, se puso en marcha contra Córdoba al frente de un poderoso ejército haciendo su entrada en la capital el 1 de julio y, tras ejecutar a Sulaiman, se proclamó califa.

Alí ben Hamud al-Nasir























Alí ben Hamud al-Nasir (en árabe: الناصر علي بن حمود ). Sexto califa del Califato de Córdoba, primero perteneciente a la dinastía hammudí, desde 1016 a 1018.

Fue nombrado gobernador de Ceuta por el califa Sulaiman al-Mustain, dentro de su línea política de distribuir el gobierno del califato entre las distintas familias con influencia para así acabar con la anarquía en que se hallaba sumido el reino. Alí ben Hamud pronto fijó su objetivo político en hacerse nombrar califa, para lo cual no dudo en presentarse como descendiente directo de Alí, el yerno deMahoma.

Tras desembarcar en Algeciras y apoderarse de Málaga, se dirigió a Córdoba, conquistándola el 1 de julio de 1016. Tras decapitar a Sulaiman, se proclamó califa adoptando el título de al-Nasir li-din Alláh (el defensor de la religión de Alá).

Su política de estricta observancia de las leyes, junto al trato igualitario dado a las distintas etnias dominantes en el califato, hizo que fuera inicialmente aceptado por el pueblo. Pero la aparición en escena de un pretendiente al trono en la figura del omeya Abderramán IV, hizo que el hasta entonces prudente Alí ben Hamud buscase apoyo entre los bereberes y se apartase tanto de árabes como de eslavos. Ello hizo que perdiera la aceptación popular de la que había gozado hasta entonces y fuese asesinado el 22 de marzo de1018.

A su muerte, y junto a Abderramán IV, surgió otro pretendiente al trono: el hermano de Alí ben Hamud y gobernador de Sevilla, Al-Qasim al-Mamun.

Como sucesor de Alí se considera a Abderramán IV quien, aunque fue proclamado califa el 29 de abril de 1018, nunca llegó a penetrar en Córdoba para hacer valer sus pretensiones, por lo que su califato fue exclusivamente nominal.

Abderramán IV























Abd ar-Rahman ben Muhammad (en árabe: عبد الرحمن بن محمد) (* Córdoba, ¿? – Guadix, 1018), también conocido como Abderramán IV. Séptimo califa del Califato de Córdoba, sexto perteneciente a la dinastía omeya, en 1018.

Era hijo de Muhammad, a su vez hijo de Abd al-Malik, uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer califa.

Al iniciarse las luchas por el poder en tiempos del califa Hisham II, se retiró de la corte cordobesa. Estando refugiado en Valencia, donde se encontraba al acceder al trono el hammudí Alí ben Hamud al-Nasir, en 1018 fue convencido por los partidarios de la familia de los omeyas para presentarlo como pretendiente legítimo al califato.

Al frente de un poderoso ejército, cuando Abderramán se disponía a marchar contra Córdoba, tras haber conquistado Jaén (marzo), conoció la noticia de que Alí ben Hamud había sido asesinado y que sus partidarios habían reclamado al hermano de este, que ejercía de gobernador de Sevilla, para que ocupara el trono vacante.

Los seguidores de los omeyas reaccionaron, proclamando a Abderramán como califa (29 de abril de 1018), que adoptó el título de al-Murtada (El que goza de la satisfacción divina).
Abderramán no resultó ser, sin embargo, el gobernante manejable que sus patrocinadores habían creído.

Así, aprovechando el ataque que las tropas omeyas realizaban contra Guadix, fue traicionado, y tras ser derrotado en el campo de batalla, asesinado.

Al-Qasim al-Mamun























Al-Qasim al-Mamum (en árabe: المأمون القاسم بن حمود ). Octavo califa del Califato de Córdoba, segundo perteneciente a la dinastía hammudí, entre 1018 y 1021 y en 1023.

Primer califato

Gobernador de Sevilla, durante el vacío de poder producido tras el asesinato, el 22 de marzo de 1018, de su hermano el califa Alí ben Hamud al-Nasir, sus seguidores le hicieron acudir a la ciudad de Córdoba y lo proclamaron nuevo califa asumiendo el título de al-Mamum (el que inspira confianza). Simultáneamente, los omeyas proclamaban califa a un miembro de su familia, Abderramán IV, quien al frente de un poderoso ejército se puso en marcha hacia la capital califal.

Este primer escollo en el reinado de Al-Qasim se solucionó cuando Abderraman fue traicionado por sus aliados y encontró la muerte en el asedio a la ciudad de Guadix. Ello le permitió gobernar durante tres años en una relativa calma, hasta que, en 1021, su sobrinoYahya al-Muhtal reclamó el trono alegando ser el legítimo heredero de su padre, el anterior califa Alí ben Hamud al Nasir, y al frente de un ejército se dirigió a Córdoba.

Al-Qasim, sin el apoyo bereber que hasta entonces lo había mantenido en el trono, abandonó la capital califal y se refugió en Sevilla, lo que permitió a Yahya proclamarse califa (13 de agosto de 1021).

Durante poco más de un año coexistieron dos califas, uno en Córdoba y otro en Sevilla, pero la incapacidad de Yahya para sofocar las continuas rebeliones que se produjeron en su corte le obligó, en febrero de 1023, a abandonar su capital y a dejar libre el camino a su tío Al-Qasim, que así pudo regresar a Córdoba y recuperar el califato.

Segundo califato

El segundo periodo como califa sólo se extendió hasta agosto de 1023, cuando Al-Qasim, ante la sublevación de los cordobeses por su mal gobierno, se vio obligado a refugiarse en Jerez, dejando Córdoba nuevamente en manos de su sobrino Yahya. Tras ser hecho prisionero y encarcelado en Málaga, falleció unos años después.

Yahya al-Muhtal























Yahya al-Muhtal (en árabe: المعتلي يحي بن علي ). Noveno califa del Califato de Córdoba; tercero y último perteneciente a la dinastía hammudí, entre 1021 y 1023 y entre 1025 y 1026, y fundador y primer rey de la taifa de Málaga.


Hijo del califa Alí ben Hamud al-Nasir, se negó a reconocer como sucesor de su padre a su tío Al-Qasim al-Mamun por lo que en 1021abandonó el gobierno de la ciudad de Ceuta, que había heredado de su difunto padre cuando este accedió al califato. Tras desembarcar en Málaga, se dirigió al frente de un ejército bereber hacía Córdoba.

Primer califato

Ante la inminente llegada de Yahya, Al-Qasim huyó de la capital del califato y se refugió en Sevilla, dando lugar al primer periodo de gobierno de su sobrino Yahya al-Muhtal que adoptará el título de al-Mutali bi-llah (El elevado por Alá) y que se prolongó hasta febrero de 1023, fecha en la que Al-Qasim recuperó brevemente el trono.

Tras verse obligado a abandonar nuevamente el trono califal, Al-Qasim tuvo que abandonar por segunda vez Córdoba, hecho que sin embargo no sirvió para que Yahya al-Muhtal recuperara el trono, ya que los partidarios de los omeyas cordobeses eligieron como nuevo califa a Abderramán V y posteriormente a Muhammad III.

Durante la etapa en la que en Córdoba volvió a gobernar la dinastía omeya, el hammudí Yahya al-Muthal, asentado en Málaga, apresó a su tío Al-Qasim que se había refugiado en Jerez, haciéndolo ejecutar, y esperó su oportunidad para recuperar el trono cordobés.

Segundo califato

La ocasión se le presentó en 1025, cuando el entonces califa Muhammad III, al recibir la noticia de que Yahya preparaba un ejército para conquistar Córdoba, huyó de la ciudad, lo que facilitó que éste entrara en la ciudad (9 de noviembre) con lo que inició su segundo periodo como califa. Su gobierno se caracterizó porque lo delegó en su visir Abu Chafar Ahmad ben Musa, mientras él se instalaba en su más seguro feudo de Málaga.

Este hecho, junto a los desórdenes que se sucedieron en Córdoba, hicieron que la dinastía hammudí fuera definitivamente expulsada del califato de Córdoba, cuando en junio de 1026 los cordobeses expulsaron al visir que Yahya al-Muhtal había dejado en la ciudad y eligieron al que sería el último califa del califato, el omeya Hisham III.

Rey taifa de Málaga

Tras su expulsión del trono califal, Yahya al-Muhtal se estableció en Málaga donde crearía la Taifa de Málaga al unir bajo su mandato las coras de Rayya (Málaga) y al-Yazirat (Algeciras) .

Abderramán V























Abderramán V fue el décimo califa del Califato de Córdoba y séptimo perteneciente a la dinastía omeya, entre 1023 y 1024.

Hermano de Muhammad II al-Mahdi, el que fuera cuarto califa cordobés, fue elegido el 2 de diciembre de 1023 cuando los cordobeses decidieron expulsar del trono a la dinastía hammudí, entonces representada por Al-Qasim al-Mamun, y sustituirla por la omeya legítima.

Convertido en un mero títere de las distintas facciones que pululaban por la capital del califato, Abderramán, que adoptó el título de al-Mustazhir bi-llah ('El que implora el socorro de Alá'), fue incapaz de sofocar los continuos disturbios. Su reinado apenas se extendió durante dos meses y medio ya que, el 17 de enero de 1024 fue ejecutado en el transcurso de uno de los motines que asolaban la ciudad por orden de su primo Muhammad III, a quien los amotinados habían proclamado nuevo califa.

Muhammad III






















Muhammad ben Abd al-Rahman ben Abd Allah (en árabe: الرحمن محمد بن عبد بن عبيد الله ), más conocido como Muhammad III. Décimo primer califa del Califato de Córdoba, y octavo perteneciente a la dinastía omeya, entre 1024 y 1025.

Era hijo de Abd al-Rahman, a su vez hijo de Ubayd Allah, uno de los hijos de Abd al-Rahman III. Por tanto, era bisnieto del célebre primer califa.

Fue elegido califa el 17 de enero de 1024 por los amotinados de una de las numerosas revueltas que asolaban Córdoba. Adoptó el título de al-Mustakfi bi-llah (El que se satisface con Alá) e inmediatamente mandó ejecutar a su predecesor y primo Abderramán V.

Su pésimo gobierno, caracterizado por medidas arbitrarias y crueles, le hizo perder cualquier apoyo popular. Así, en 1025, cuando tuvo noticias de que Yahya al-Muhtal, uno de sus predecesores en el trono del califato, estaba organizando un ejército para dirigirse a Córdoba, decidió huir de la capital disfrazado de mujer y refugiarse en la Marca Superior, la zona fronteriza con capital en Zaragoza; pero antes de poder llegar, fue asesinado en Uclés (Cuenca). Su hija fue la famosa poetisa Wallada, hija de la esclava cristiana Amin'am.

Hisham III

Hisham ben Muhammad o Hisham III, (en árabe: المعتد بالله” هشام بن محمد), (Córdoba, 975 – Lérida, 1036). Duodécimo y último califa delCalifato de Córdoba, desde 1027 a 1031.


Hermano de Abderramán IV, el que fuera séptimo califa del califato cordobés, el omeya Hisham III ocupó el trono cordobés tras permanecer éste vacante durante casi un año tras la huida protagonizada por el anterior califa, el hammudí Yahya al-Muhtal.

Proclamado califa en junio de 1027 adoptó el título de Al-Muttad bi-llah (El que confía en Alá), no pudiendo entrar en Córdoba hasta diciembre de 1029 al estar la capital en manos de los partidarios de los hammudies.

Inmediatamente delegó las tareas de gobierno en su primer ministro, el visir Hakam ben Said, quien prácticamente provocó la quiebra económica del reino al imponer un aumento de impuestos que los ulemas consideraron contrario a la ley coránica. Por ello, éstos alentaron un levantamiento popular que, tras asesinar al visir, provocó el destierro de Hisham III. Éste se refugió en Lérida donde falleció en 1036. Se puso así fin al califato de Córdoba, abriéndose el periodo de los reinos taifas.


EL CALIFATO DE CÓRDOBA Y SU DOCE CALIFAS