LA CHICA DEL EXORCISTA
El miedo o temor es una emoción caracterizada por un intenso sentimiento habitualmente desagradable, provocado por la percepción de un peligro, real o supuesto, presente, futuro o incluso pasado. Es una emoción primaria que se deriva de la aversión natural al riesgo o la amenaza, y se manifiesta tanto en los animales como en el ser humano.
Ahora veremos un vídeo de sustos:
SUSTOS GRACIOSOS
ENFOQUES SOBRE EL MIEDO
Desde el punto de vista biológico, el miedo es un esquema adaptativo, y constituye un mecanismo de supervivencia y de defensa, surgido para permitir al individuo responder ante situaciones adversas con rapidez y eficacia. En ese sentido, es normal y beneficioso para el individuo y para su especie.
Desde el punto de vista neurológico es una forma común de organización del cerebro primario de los seres vivos, y esencialmente consiste en la activación de la amígdala, situada en el lóbulo temporal.
Desde el punto de vista psicológico, es un estado afectivo, emocional, necesario para la correcta adaptación del organismo al medio, que provoca angustia en la persona.
Desde el punto de vista social y cultural, el miedo puede formar parte del carácter de la persona o de la organización social. Se puede por tanto aprender a temer objetos o contextos, y también se puede aprender a no temerlos, se relaciona de manera compleja con otros sentimientos (miedo al miedo, miedo al amor, miedo a la muerte, miedo al ridículo) y guarda estrecha relación con los distintos elementos de la cultura.
Para algunos, el miedo en el ser humano, no guarda ninguna relación fisiológica (como reacción de alerta), sino será un producto de la consciencia, que expande nuestro nivel de desconocimiento.
FISIOOGÍA, PSICOLOGÍA, Y BIOQUÍMICA DEL MIEDO
El mecanismo que desata el miedo se encuentra, tanto en personas como en animales, en el cerebro, concretamente en el sistema límbico, que es el encargado de regular las emociones, la lucha, la huida y la evitación del dolor, y en general de todas las funciones de conservación del individuo y de la especie.
Este sistema revisa de manera constante (incluso durante el sueño) toda la información que se recibe a través de los sentidos, y lo hace mediante la estructura llamada amígdala, que controla las emociones básicas, como el miedo o el afecto, y se encarga de localizar la fuente del peligro.
Cuando la amígdala se activa se desencadena la sensación de miedo y ansiedad, y su respuesta puede ser la huida, la pelea o la rendición. Recientemente se ha encontrado que la sensación de miedo está mediada por la actuación de la hormona vasopresina en la amígdala cerebral mientras que la sensación de confianza lo está a la de la hormona oxitocina, también en la amígdala.
Está en estudio un antagonista selectivo de la vasopresina, el compuesto SSR149415, que bloquea la sensación de miedo "social" -miedo hacia otros animales de la misma especie- pero no otros tipos de miedo; los fármacos que bloquean el miedo social por antagonismo de la vasopresina es posible que nunca se comercialicen dada las misiones, biológicas y de otros tipos, que tiene tal tipo de miedo en el funcionamiento de las sociedades animales incluida la humana (es de destacar que el etanol inhibe la produción de vasopresina).
Es interesante señalar que el miedo al daño físico provoca la misma reacción que el temor a un dolor psíquico.
La extirpación de la amígdala parece eliminar el miedo en animales, pero tal cosa no sucede en humanos (que a lo sumo, cambian su personalidad y se hacen más calmados), en los que el mecanismo del miedo y la agresividad es más complejo e interactúa con la corteza cerebral y otras partes del sistema límbico.
El miedo produce cambios fisiológicos inmediatos: se incrementa el metabolismo celular, aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre y la actividad cerebral, así como la coagulación sanguínea.
El sistema inmunológico se detiene (al igual que toda función no esencial), la sangre fluye a los músculos mayores (especialmente a las extremidades inferiores, en preparación para la huida) y el corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células (especialmente adrenalina).
También se producen importantes modificaciones faciales: agrandamiento de los ojos para mejorar la visión, dilatación de las pupilas para facilitar la admisión de luz, la frente se arruga y los labios se estiran horizontalmente.
Como el sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante, los lóbulos frontales (encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra) se desactivan parcialmente.
Durante un ataque de pánico la atención consciente queda fijada en el peligro, y si los síntomas fisiológicos como el ritmo cardíaco o la presión sanguínea son interpretados por el sujeto como una confirmación de la realidad de la amenaza se produce una retroalimentación del miedo, que impide una ponderación del auténtico riesgo.
Esto sucede, especialmente, en el caso de las fobias: la atención del fóbico es incapaz de prestar atención a otra cosa y magnifica el peligro ante la incomprensión de los presentes.
La consolidación en la memoria de un episodio de miedo intenso (o de un trauma) no es inmediata. Según los investigadores Min Zhuo, Bao Ming Li y Bong Kiun Kaang[3] la activación de los receptores NMDA (que son las moléculas que reciben las señales bioquímicas que provocan un efecto fisiológico concreto) provocan que en esos receptores se produzca una huella en las células cerebrales.
En concreto, sería la subunidad molecular llamada NR2B la que serviría de marca de memoria. En experimentos realizados con ratones, el bloqueo de la NR2B en la corteza prefrontal produjo la desaparición de la reacción a un miedo previamente experimentado.
CONSIDERACIONES JURÍDICAS
En la medida en que el miedo puede restar autonomía decisoria al sujeto llega a ser un eximente de responsabilidad. El derecho romano estableció en el 79 a. C. (mediante una innovación jurídica introducida por un pretor llamado Octavius) la acción "metus causa" (por causa del miedo) como eximente de responsabilidad.
En las siete partidas (Part. 7 tit 3.3.l.7) se establece en el derecho castellano la invalidez de pleitos o declaraciones realizados bajo miedo, y el derecho actual determina que el miedo es causa eximente de responsabilidad criminal.
Para el caso del moderno derecho continental, y en concreto para el español, por ejemplo, se establece que:
Están exentos de responsabilidad criminal (…) el que obre impulsado por miedo insuperable. (Código Penal español, Art 20.6, vigente desde 24 de mayo de 1996)
Si bien la doctrina española no aclara de forma unánime qué naturaleza jurídica tiene la eximente del miedo insuperable, es opinión generalizada que se basa en el “principio de no exigibilidad de otra conducta”, y en ocasiones se vincula a la legítima defensa. Se especifica que el miedo puede no ser el único motivo de la conducta ilícita, pero sí ha de ser motivo preponderante.
La jurisprudencia del Tribunal Supremo español en ocasiones (y de manera excepcional) no acepta la eximente de miedo insuperable en ciertos delitos de acción (al entender que quien actúa lo hace habiendo superado el miedo), y no exige, en cambio, que el peligro sea real (pues puede ser imaginario) ni inminente.
Lo mismo ocurre en el derecho civil y en el canónico católico, en los que el defecto del consentimiento por miedo es, por ejemplo, causa de nulidad matrimonial.
TERMINOLOGÍA
Según el diccionario de la Real Academia Española (DRAE) el miedo es la “perturbación angustiosa del ánimo por un riesgo o daño real o imaginario”.
El vocablo procede del latín metus, que tiene significado análogo. Como todas las emociones admite graduación, y así el diccionario ideológico de Julio Casares establece algunos términos asociados, como temor, recelo, aprensión, canguelo, espanto, pavor, terror, horror, fobia, susto, alarma, peligro o pánico.
Uno de los primeros testimonios del uso de esta palabra en castellano escrito, según el diccionario de autoridades se encuentra en la obra legislativa conocida como las Siete Partidas (Part. 7 tit 3.3.l.7):
…e de tal miedo e de otro semejante fablan las leyes de nuestro libro cuando dizen que pleito o postura que home face por miedo non debe valer.
José Antonio Marina y Marisa López Penas, en su Diccionario de los sentimientos, analizan las relaciones que se pueden establecer entre distintos vocablos de un mismo campo semántico emocional, lo que nos permite conocer su matización y su gradación.
Riesgo (resecare, romper un risco el casco de una embarcación), y peligro (de la raíz indoeuropea per-, ir hacia delante, penetrar en algún sitio) son palabras relacionadas con el miedo.
Temor es el miedo a algo que se piensa que ya ha sucedido, y aprensión es la aversión a tocar algo. Canguelo (miedo breve) procede del caló y significa originariamente apestar, y se relaciona con el aflojamiento de esfínteres que produce el miedo.
La gradación del miedo en la lengua castellana, según estos autores, comienza con el miedo intensísimo, el terror y el pavor (este último del indoeuropeo peu-, golpear, de donde procede también espanto).
El pánico es el miedo sin fundamento, colectivo y descontrolado (palabra derivada del nombre del dios Pan, y se refiere al miedo a los ruidos perturbadores de la naturaleza).
Existe también un miedo breve y súbito, procedente de una causa pequeña, el susto (procedente del portugués), y también la alarma (que significa, etimológicamente, "a las armas").
La lingüística comparada permite reconocer las diferencias de vocabulario emocional entre culturas. En francés, peur es la inquietud por la presencia de un peligro, crainte es un peur fuerte, terreur es crainte grande y profundo, panique es terreur súbito y sin fundamento, épouvante es un terreur grande, frayeur es un épouvante causado por la imagen del mal… effroi es un frayeur grande…
En inglés es también abundante la variedad de términos para describir el miedo: worry (preocupación), anxiety (ansiedad), terror (terror), fright (espanto o susto), paranoia (paranoia), horror (horror) , panic (pánico individual o colectivo), persecution complex (manía persecutoria) o dread (pavor).
La phobia es paranoia extrema, y la distrust (desconfianza) es el miedo interpersonal. El terror (terror) se refiere a un estado pronunciado de miedo posterior al estado de horror ante un peligro inmediato, y que puede provocar acciones atípicas e irracionales en quien lo siente.
En alemán se emplean las palabras Furcht (miedo), Sorge (preocupación), Bammel (ponerse nervioso). El término quizá más empleado, Angst (miedo o ansiedad), de ocho siglos de antigüedad, proviene de la raíz indogermánica anghu- (restricción), y evolucionó en la palabra del antiguo alto alemán angust, que conservó el significado de restricción. Proviene de la palabra latina angustia.
La palabra Angst se extendió al inglés angst, donde se emplea con el significado de miedo existencial o para referirse a una ansiendad intensa en lugar de la palabra anxiety, y se emplea por ejemplo en la expresión angst-ridden (estar dominado por el miedo). El término fue probablemente importado al inglés por George Eliot en 1849.
La escasa variación de significados entre lenguas cercanas indica que el miedo es un sentimiento universal. Pero la antropología y la sociología muestran que el miedo tiene una modulación cultural, lo que se analizará en otro apartado de este artículo.
EL MIEDO COMO CONSTRUCCIÓN CULTURAL
La sociedad colabora con el miedo, al magnificar la información alarmista de los medios de comunicación. En la foto, Orson Welles, quien desató un ataque de pánico colectivo en 1938 con su programa de radio La guerra de los mundos.
Catherine Lutz ha estudiado la variabilidad cultural del miedo.
Según sus averiguaciones, la comunidad ifaluk considera positiva la cobardía, y por tanto para ellos es bueno confesar el miedo pues es prueba de ser persona inofensiva y temerosa de las leyes del grupo.
La sociedad colabora con el miedo, al magnificar la información alarmista de los medios de comunicación. En la foto, Orson Welles, quien desató un ataque de pánico colectivo en 1938 con su programa de radio La guerra de los mundos.
Joanna Bourke, autora de Fear: a Cultural History (El miedo: una historia cultural) revela que el miedo, como un sentimiento colectivo e individual, varía con las épocas y los contextos históricos.
Durante el siglo XIX, los temores relacionados con la muerte inminente estaban estrechamente vinculados a los miedos acerca de cualquier tipo de vida después de la muerte eventual así como relacionados con la inquietud sobre el diagnóstico correcto del deceso (o dicho de otra manera: que condujera a un entierro prematuro).
En nuestro tiempo, por el contrario, tendemos a preocuparnos mucho más sobre el hecho que nos obliguen a permanecer vivos más de lo debido (denegándonos la oportunidad de ´morir con dignidad´). Es el personal médico, en vez de los clérigos, el que preside cada vez más sobre el terror a la muerte. Los debates actuales sobre la eutanasia y la muerte asistida están relacionados con estos cambios
Esta investigadora sostiene que el principal transmisor actual del miedo son los medios de comunicación de masas, pero en todo caso se precisa de la credulidad de la sociedad para que el pánico estalle. Tras estudiar los archivos históricos, la autora muestra cómo entre 1947 y 1954 estalló un pánico colectivo ante el abuso sexual de niños, pese a que los periódicos llevaban años publicando ese tipo de noticias.
Otro caso estudiado por la autora es el pánico colectivo desatado por la retransmisión de La guerra de los mundos por Orson Welles en 1938, cuando una ficción radiada sobre un ataque alienígena a la tierra desató la alarma entre los estadounidenses.
La autora recuerda que el precedente de ese experimento (una emisión equivalente de la BBC realizada por K. Fox en 1926, con idénticos resultados de miedo colectivo en el Reino Unido) fue olvidado, tal vez por un posterior sentimiento de vergüenza colectiva:
…la ola de pánico que Welles causó a través de la radio ha eclipsado la que ocasionó Knox. Después de todo, más de un millón de estadounidenses se vieron afectados durante la última ola de pánico (muchos más que en 1926).
De todas formas, existía además otra razón: en 1926, había un palpable sentimiento de vergüenza: todos querían olvidarse del hecho tan pronto como fuera posible. En Estados Unidos, por el contrario, aunque se pudiera hablar sobre la vergüenza, otros grupos dentro de la sociedad se sirvieron en muchos sentidos del pánico para reafirmar su propio estatus (superior).
Los sociólogos se vieron involucrados, preparando elaboradas teorías sobre la psicología de multitudes. Se dio una profesionalización del pánico en 1938 que no existía en 1926.
La profesionalización de los provocadores del miedo es así una característica de nuestra época, según Joanna Bourke:
A pesar de que sólo diecisiete personas perdieran la vida a causa de actos terroristas en Estados Unidos entre 1980 y 1985, el periódico New York Times publicó un promedio de cuatro artículos sobre el terrorismo en cada edición.
Entre 1989 y 1992, sólo treinta y cuatro estadounidenses murieron como consecuencia de actos terroristas en el mundo, pero más de 1300 libros fueron catalogados bajo el rubro de “Terroristas” o “Terrorismo” en las bibliotecas estadounidenses.
La autora concluye que el miedo es también un arma de dominación política y de control social.
Son diversos los autores que denuncian el uso político del miedo como forma de control de la población, haciéndose hincapié en la creación de falsos escenarios de inseguridad ciudadana.
A lo largo de la historia ha habido todo tipo de movimientos sociales y culturales fundamentados en el miedo a algo: el milenarismo, en miedo al efecto 2000 o los movimientos apocalípticos. El miedo es también un arma de guerra, empleada con asiduidad en la guerra moderna gracias al desarrollo de la aviación
EL MIEDO EN EL ARTE
La presencia del miedo en el arte es ubicua. Tal es así que constituye un género narrativo por sí mismo (cuentos de miedo, novelas de terror) ampliamente cultivado sobre todo a partir del siglo XIX por autores de inspiración romántica como Poe o incluso Gustavo Adolfo Bécquer.
La literatura ha generado personajes específicos para retratar el terror y el miedo, como Drácula o el monstruo de Frankenstein.
Es también un género cinematográfico (el cine de terror).
La escultura occidental, especialmente la medieval con sus interpretaciones del apocalipsis, ha elevado el miedo a categoría de arte. La pintura, especialmente la contemporánea, ha retratado las angustia del ser humano moderno.
Un ejemplo conocido es el del pintor expresionista Edvard Munch en su emblemático cuadro el grito, aunque los ejemplos se podrían multiplicar a casi todas las épocas, como en el caso de El Bosco, Bueghel o las obras de Piranesi.
MIEDO Y SOCIEDAD
El miedo es una característica inherente a la sociedad humana: está en la base de su sistema educativo (que, como expuso de manera radical Skinner, en buena medida se define por el esquema básico del premio y del castigo) y es un pilar del proceso socializador. Buena parte del sistema normativo se fundamente en el miedo, como muestra el Derecho Penal.
Desde el ámbito de la ciencia política y la filosofía el miedo se ha identificado como una de las características de la sociedad postmoderna. Ulrich Beck la denomina risikogesellschaft (sociedad del riesgo) en la medida en que es ahora el momento en que por primera vez la especie humana se enfrenta a la posibilidad de su propia destrucción y extinción.
MIEDO Y RELIGIÓN
El miedo a la enfermedad, a la pobreza, a la guerra y a la muerte están presentes en la iconografía apocalíptica tradicional.
Los cuatro jinetes, grabado de Durero.
La Biblia cristiana hace mención al miedo en su primer libro. En concreto, el miedo se convierte en atributo humano por causa del pecado original:
“Y llamó Jehová Dios al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú? Y él respondió: Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, porque estaba desnudo; y escondíme. (Génesis, 3,9)
Las religiones monoteístas evidencian un tipo de miedo religioso, el temor de Dios y cada una, desde el judaísmo hasta el islam han desarrollado su particular teología al respecto. Es de destacar que ciertas religiones recurren a adoctrinar en el periodo de aprendizaje infantil con amenazas de sufrimiento infinito y eterno si no se cree en sus postulados y si no se cumplen sus normas. Otras religiones, como el budismo, se fundamentan directamente en la necesidad de evitar el dolor, y por tanto, de manera indirecta, tienen una especial relación con el miedo.
Ahora veremos un vídeo de auténtico miedo:
LA CHICA DE LA CURVA
2 comentarios:
Me he partido con el vídeo de sustos, estaba genial.
Pues pensaba que iba a haber más comentarios en este post, pero creo que algunos se habrán acordado de mi familia, y habrán gritado de miedo más de una vez.
Saludos.
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